Buscar en este blog

viernes, 23 de febrero de 2018

La publicidad en los tebeos


Historietas de regalo

 
La difusión de los tebeos y otras publicaciones juveniles tenía como vía principal la venta en el quiosco, pero fue una práctica habitual el regalo de ejemplares especialmente preparados al comprar algunos productos de alimentación o de limpieza. Normalmente se trataba de números ordinarios de las colecciones en cuya portada se tachaba el precio y se imprimía un letrero indicando la circunstancia, pero en otras ocasiones se sustituía la cubierta original por otra en la que, además de suprimir el precio, se imprimía una nueva contraportada con la publicidad correspondiente. En mi colección tengo varios cuentros de Saturnino Calleja obsequio de la marca Tintes Wiki y otras piezas por el estilo.
Este tipo de publicidad, como se ve, no se dirigía a los niños, ya que los productos anunciados generalmente los compraba el ama de casa, que era quien se lo pasaba a sus hijos. El ejemplo que subo hoy demuestra que no había gran preocupación por ajustar el tema del tebeo con el producto que publicitaba ni con la clientela a la que se dirigía. Me pregunto si esta forma de anunciarse era eficaz, pero ésa es una duda que me asalta con casi cualquier forma de publicidad, y seguro que las empresas no tiran su dinero cuando invierten en ello.
La muestra que adjunto es un número de la colección Línea de Fuego, de Editorial Bruguera, publicado el 19 de septiembre de 1966, una época en la que mi capacidad económica, aun precaria, me permitía ya hacerme con algunos tebeos mediante compra, por lo que este tipo de ediciones obsequio ya no tenían el mismo interés para mí que en los años cincuenta, un tiempo en el que cada tebeo con el que conseguía hacerme era una joya inapreciable.
Este cuaderno ("novela gráfica para adultos" según reza en portada) contenía un episodio bélico de 64 páginas sin firma del autor o autores, con la ilustración de portada acreditada a Segrelles (aunque no estoy absolutamente seguro, este Segrelles parece ser Vicente, el autor de El Mercenario, aunque cabe la posibilidad de que se tratara de Eustaquio, dibujante muy activo en aquellos años). En la portada se ha recortado la esquina inferior derecha, en la que parece que figuraba un cartel explicativo del obsequio. La contraportada, que encabeza esta entrada, sin embargo, dejaba claro el régimen publicitario de esta edición.
En cuanto a la historieta, se trata de una típica hazaña bélica probablemente importada de alguna editorial inglesa, aunque no sería extraño que el dibujante fuera español. Como en toda la producción guerrera británica, el argumento se centraba en la misión bélica, a diferencia de las hispanas Hazañas Bélicas de Boixcar, más interesadas en la aventura humana de los protagonistas que en la epopeya guerrera y su desarrollo. Leída la historieta en este tiempo de vergonzante corrección política choca la violencia implacable sin asomo de duda o remordimiento con la que tanto un bando como el otro daba muerte al contrario. Repasar estas viejas páginas es, cuanto menos, un ejercicio interesante.